¿Por qué ya nadie habla de una policía municipal para Rosario?, por Lic. Cristian Bergmann
Por LIc. Cristian Bergmann. Presidente de Fundación Apertura
En medio del debate por la reforma constitucional santafesina, existe un tema que ha quedado olvidado y que recuerda un planteo que distintos gobiernos municipales: la posibilidad de contar con una policía propia, profesional y cercana a los problemas cotidianos de los rosarinos.
En tiempos donde la ciudad enfrenta grandes desafíos en materia de seguridad, la discusión pública sobre la posibilidad de crear una policía local quedó a un lado de los planteos públicos.
Es necesario destacar que la intervención del Gobierno Provincial sobre la seguridad, de manera mancomunada con las fuerzas federales y la Municipalidad, han logrado importantes avances en la disminución de los indicadores de violencia.
El interrogante actual nos interpela a todos: ¿Qué posibilidades reales tendría Rosario si pudiera contar con una fuerza propia de seguridad local?
La idea de una policía municipal no es nueva ni exclusiva de Rosario. Ciudades latinoamericanas como Medellín, Quito o Montevideo han desarrollado cuerpos municipales con funciones preventivas y comunitarias, buscando intervenir más cerca de los problemas cotidianos. En Argentina, la Ciudad de Buenos Aires cuenta desde hace años con una policía propia, cuya autonomía operativa le ha permitido diseñar políticas más focalizadas. Ese proceso insumió muchísimos años, principalmente en la discusión sobre el traslado de los recursos.
La ciudad de Rosario ya tuvo una experiencia con la Guardia Urbana Municipal (GUM), que si bien generó expectativas no cumplió con sus objetivos, principalmente por la carencia de atribuciones y competencias. Su disolución dejó cierto escepticismo respecto a modelos de seguridad local sin respaldo institucional sólido.
Quienes promueven la idea de una policía municipal argumentan que podría actuar con mayor proximidad territorial, rapidez operativa y conocimiento del entramado barrial. Para otros, en cambio, existe el riesgo de una superposición de funciones con las fuerzas provinciales, una posible politización de la seguridad y una mayor complejidad en la coordinación interinstitucional.
La autonomía municipal podría abrir este debate en términos concretos. Pero aún falta avanzar en el diseño institucional, en el consenso político y en la evaluación rigurosa de sus implicancias.
Entonces, cabe preguntarse:
-¿Está Rosario en condiciones de crear una policía municipal profesional, con funciones claras y mecanismos de control?
-¿Es esta una herramienta conveniente y eficaz, o una respuesta que podría generar más incertidumbre en un sistema de seguridad ya tensionado?
-¿Qué experiencias pueden servir de modelo y cuáles conviene evitar?
La pregunta sigue abierta. Y tal vez, en tiempos de crisis, recuperar este debate no sea una distracción, sino una necesidad.
